La biomasa forestal es un indicador de la salud de los bosques, su capacidad para almacenar carbono y su rol frente al cambio climático. Sin embargo, medirla directamente implica talar árboles y pesar sus partes, algo costoso, laborioso y poco viable en lugares como los bosques de montaña. Por eso, generalmente se utilizan ecuaciones alométricas que permiten estimar la biomasa a partir de variables como el diámetro o la altura de los árboles. El problema surge cuando se aplican ecuaciones fuera del tipo de bosque para las que fueron desarrolladas.
En este trabajo, investigadores del IER evaluaron cómo el tamaño y forma de los árboles puede orientar la selección de ecuaciones alométricas cuando no se cuenta con mediciones directas de biomasa. El estudio se enfocó en los bosques de montaña del noroeste argentino que presentan un gradiente altitudinal cercano a los 2000 metros. El equipo comparó ecuaciones ajustadas para bosques con regímenes de precipitaciones y temperatura similares a los bosques montanos subtropicales de Argentina y encontró que la biomasa estimada con las ecuaciones que consideran la altura de los árboles representa mejor la estructura del bosque. En particular, la disminución de la biomasa en respuesta a la disminución en la altura de los árboles a lo largo del gradiente altitudinal.
Este estudio aporta una herramienta concreta para investigadores, técnicos y gestores que trabajan en conservación, inventarios forestales y políticas de mitigación del cambio climático. Propone un criterio sencillo pero efectivo: conocer bien la estructura del bosque puede ser la clave para elegir la mejor ecuación en las estimaciones de biomasa y carbono.