EFEMÉRIDE

Dia Mundial de la Libertad de Expresión de Pensamiento

Limitar la palabra limita las ideas y arrastra al sistema académico hacia un aburrimiento religioso. La ciencia es herética y divertida cuando da rienda suelta a la curiosidad y explora sin miedo hipótesis alternativas, cuando desafía los consensos con datos y se desentiende de lo políticamente correcto.


Estatua de Giordano Bruno en la Piazza di Fiori, Roma, donde fue quemado vivo en 1600

©Héctor Ricardo Grau
Prof. Titular Ecología del Paisaje, Universidad Nacional Tucumán.
Investigador Principal CONICET

Las opiniones expresados en esta nota son responsabilidad del autor y no deben ser consideradas como una posición institucional.


El 20 de setiembre, “Día Mundial de la Libertad de Expresión de Pensamiento”, conmemora la “Brecha de la Porta Pía” en que, hacia fines del siglo XIX, las fuerzas patrióticas italianas (Garibaldinos y Liberales) derrotaron en Roma a la alianza del Vaticano con el imperio francés.  La efeméride quiere visibilizar el acoso y represalias a personas por ejercer la libertad de divulgación de información, ideas y opiniones. Un documento del IER (MIC 4, 2018) sienta las bases de nuestro instituto al respecto. “Los miembros del IER de todos los niveles académicos tienen amplia libertad de explorar líneas de investigación propias”… “Las autoridades del Instituto, no tienen derecho a limitar estas libertades”… “El IER como institución no estará comprometido con organizaciones político-partidista”… “se estimulará la discusión de ideas y el libre planteo de hipótesis; incluyendo aquellas que desafíen el consenso”.   ¿Es necesario?, nos preguntamos cuando discutíamos el MIC, porque esos principios suenan redundantes en una entidad pública de un país democrático. Pero sí, lamentablemente, entendemos que es necesario y saludable: en el ecosistema académico la “cultura de la cancelación” está vigente, y aunque los mecanismos tradicionales de censura han pasados de moda, los nuevos son activos y eficaces.

Un par de ejemplos, que fácilmente podrían multiplicarse. (i) En muchas universidades de occidente resulta riesgoso discutir las diferencias de género en cuanto a comportamiento o cualidades intelectuales innatas, aunque estas están bien documentadas en todos los primates superiores (1). Típicamente los censores se manifiestan defensores de la “diversidad” pero quién se aventure a explorar estas diferencias, deberá cuidarse mucho para no ser acusado de machista, promotor del patriarcado, de genocidios, de las injusticias del capitalismo, del cambio climático.  (ii) Entre los “intelectuales” argentinos, “por default”, resulta sospechoso si alguien pone en duda que hubo 30000 desaparecidos durante la última dictadura, aunque estimaciones respetables (2) sugieren que el número estaría sobreestimando en un 400% … “negacionistas” (como los simpatizantes de Hitler), entre las cosas muy feas que se dirá de quien se interese por discutir o visibilizar esos números. 

Identifico dos actitudes promotoras de estos ataques a la libertad de expresión; (y, en consecuencia, a la de pensamiento). Hay moralistas de mentalidad pre-científica, que consideran que los datos deben ocultarse cuando sustentan creencias malignas. Y hay pragmáticos, que prefieren soslayar esos temas porque distraen de otras prioridades (por ejemplo, la de no arriesgar su reputación entre los biempensantes). La predica de los moralistas derrama en las políticas de adoctrinamiento que promueven las autoridades educativas. El escapismo de los pragmáticos facilita que las mentiras vayan asimilándose como “sentido común”. Ambas se apoyan en el supuesto de que investigar y discutir libremente, por ejemplo, cualidades centrales de la psicología evolutiva de los humanos o los números crudos de la historia argentina reciente, no son formas adecuadas de promover el conocimiento o de contribuir a una sociedad mejor.

Sin llegar a niveles tan altos de intolerancia, el desapego a los datos opera de manera similar en ecología y ciencias ambientales. Los moralistas indican que las especies exóticas y la fragmentación disminuyen la biodiversidad, el mundo se “degrada” (desertifica, incendia, deforesta, fragmenta),  los pueblos “originarios “ son más amigables con los ecosistemas que los descendientes de europeos, la tecnología agrícola moderna (transgénicos, pesticidas, maquinarias) tiene costos ambientales mayores que sus beneficios, consumir productos locales es más sustentable que importar, el capitalismo y la riqueza material nos vuelven más vulnerables al cambio climático, los monocultivos son muy malos, la “agroecología” muy buena. Como aquellos franceses del siglo XIX se alían con el vaticano (3) para defender hipótesis atractivas, pero que con frecuencia no resisten el contraste con los datos (4,5). Compensan su debilidad empírica con autopercibida fuerza moral y las hipótesis se transforman en dogma cuyo efecto principal es desincentivar la investigación original y creativa. He visto un director de tesina indicarle a su estudiante que omita reportar que los bosques de ribera invadidos por especies no nativas tenían más biomasa y contribuían a conservar el río; y a un equipo de investigadores abandonar una línea de análisis porque resultados preliminares sugerían que el pastoreo por ganado europeo generaba más diversidad que el de camélidos nativos. Interesada en “coproducir” conocimientos con agricultores del Chaco, una becaria les sugirió que el bosque vecino podría tener efectos benéficos para el control de plagas; cuando los productores le solicitaron que estudiara el rol del bosque en la nidificación de palomas (esto es, como albergue de plagas), ella decidió cambiar de tema. En la mejor revisión sobre los efectos de la fragmentación sobre la biodiversidad, Lenore Fahrig (6) encontró que predominaban los efectos positivos, pero en un numero desproporcionadamente alto de estudios los investigadores omitían ese hallazgo del Resumen y en la Discusión sobre-enfatizaban las posibles deficiencias metodológicas del estudio. 

Cuando en un congreso a fines del siglo pasado sugerí que no había que invertir mucho en la conservación de camélidos silvestres porque sus poblaciones venían aumentando, una prestigiosa ecóloga preguntó a viva voz: “pero vos, ¿de qué lado estás”? “Eppur si muove” dirán los pragmáticos, rememorando la leyenda en que, tras desdecirse ante la iglesia romana, Galileo salvó su pellejo sin que su claudicación impidiera a la tierra seguir rotando alrededor del sol. Algo de razón tienen; vicuñas y guanacos siguieron aumentando. Aún más si se considera el destino de Giordano Bruno (foto) que fue asesinado en la hoguera por postular sin retractarse las mismas herejías que Galileo. Pero lo de “eppur si muove” es relativo en otros contextos: invertir en políticas de conservación basadas en falsedades, por ejemplo, malgasta recursos escasos que podrían movilizar la solución de problemas reales. Y peor, el desestimulo a la libertad intelectual arrastra al sistema académico hacia un aburrimiento religioso, donde el temor a la condena social le gana a la curiosidad. La ciencia es divertida cuando explora hipótesis alternativas sin complejo, cuando desafía los consensos con datos, cuando se desentiende de lo políticamente correcto. Arthur Cromer (7) la define como la herejía del “sentido no-común”. Herejía que, a diferencia de los planetas, responde a una dinámica que sí, puede anularse por obra y gracia de la Santa Palabra. Y del silencio.

  • De Waal F. 2022. Different. Gender Through the Eyes of a Primatologist. Norton. 394 pp.
  • Romero LA. 2017. Breve Historia Contemporánea de la Argentina. Fondo de Cultura Económica. 439 pp.
  • Santo Padre Francisco. 2015. Laudato Si. Sobre el Cuidado de la Casa Común. Encíclica papal.
  • Grau, H.R. 2022. Contra el consenso: hallazgos que amenazan fundamentos del eco-alarmismo. Ecología Austral32: 033–044. 
  • Grau, H. R. 2023. Más hallazgos contra el consenso eco-alarmista. Ecología Austral 33: 479–488. 
  • Fahrig, L. 2019. Forty years of bias in habitat fragmentation research. En P. Kareiva, M. Marvier and B. Silliman (eds.). Effective conservation science: data not dogma. Oxford Scholarship Online, N. York. 
  • Cromer M. 1995. Uncommon Sense. The Heretical Nature of Science. Oxford University Press. 240pp.