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NOTICIAS- ENTREVISTA A NUESTROS INVESTIGADORES
La "oruga comeplásticos" tucumana va revelando sus secretos
Los hallazgos pueden ser parte de las estrategias para degradar plásticos, pero
las investigadoras advierten que es necesario implementar una solución integral.
El mundo humano casi se detuvo por la pandemia, y en contraposición los
animales se atrevieron en lugares insólitos, y se limpiaron los cielos, y las aguas
de ríos, lagos y canales. Pero las consecuencias de nuestro accionar sobre el
ambiente siguen su curso, cada vez más profundo, literalmente. Y es muy
preocupante. Allá lejos, en Europa, una investigación internacional reveló los
niveles más altos de microplásticos jamás registrados en el fondo marino.
Aquí, en Tucumán, un equipo que integran cientí¦cos del Instituto de Ecología
Regional (IER), de la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos
(Proimi), del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (Insibio), todos del
Conicet, y de la Fundación Miguel Lillo intenta hallar remedio para ese
problema.
Y, como voceras, Carolina Monmany y Agustina Malizia, del IER, y Analía
Álvarez, de Proimi, contaron a LA GACETA -como impone la pandemia, en
pantalla partida en cuatro- su trabajo con reparticiones o¦ciales y con
comunidades, para ayudar a mejorar el manejo de los residuos sólidos urbanos
(RSU), y cómo le buscan la vuelta a un hallazgo que hicieron el año pasado: la
famosa “orugacomeplástico”.
El mar no está sereno
Más de 10 millones de toneladas de desechos plásticos llegan a los océanos
por año; los que forman grandes islas se han hecho más famosos; pero son el
1%. Se calculaba que el 99% restante se encontraba en las profundidades, pero
no estaba claro dónde. La investigación mostró, tomando como “laboratorio” el
Tirreno, uno de los mares que bañan las costas de Italia, que las corrientes
submarinas profundas funcionan como cintas transportadoras y concentran
microplásticos en grandes acumulaciones de sedimentos. Y la cosa se agrava:
“esas corrientes -explica Monmany- transportan también nutrientes
directamente hacia los llamados “puntos calientes de biodiversidad”, o sea, de
gran riqueza biológica, en el fondo del mar. Es probable que todos esos
organismos estén absorbiendo esos microplásticos; es terrible”.
“Esos microplásticos son principalmente ¦bras de textiles y de prendas de vestir
que las plantas de tratamiento de aguas residuales domésticas no ¦ltran de
modo efectivo -destaca el director del estudio internacional, Ian Kane, de
Manchester- y entran fácilmente en ríos y océanos”.
“Los datos son escalofriantes -insiste Monmany-. Pero no hay que olvidar que
los generadores de esos plásticos son los continentes. Y no estamos prestando
verdadera atención al origen”.
“El manejo RSU es un problema en todo el planeta, pero en lugares como
América latina, el Sudeste Asiático o África es realmente crítico, y los basurales
a cielo abierto son la mayoría -resalta Malizia-. Los microplásticos llegan a los
mares desde muy lejos; viajan por ríos, canales... Pueden llegar incluso desde
Tucumán: aunque el Salí termine en Córdoba, sabemos poco sobre la dinámica
de las napas subterráneas”.
Está claro que la Argentina también alimenta la gran isla del plástico del
Atlántico Sur. Y no hemos rozado siquiera el tema de la “plasti¦cación” de tantos
otros ambientes.
En busca de soluciones
El abordaje de la contaminación por plásticos -destacan las tres tucumanasnecesita
analizar dos dimensiones: la microbiológica (que es donde entra la
oruga) y la socioecológica, que tiene que ver -explica Monmany- “con el estudio
y la descripción de la dinámica de generación, utilización y disposición ¦nal de
los plásticos”.
“Porque por más hallazgos que sigamos haciendo a partir de la oruga, la
solución no puede quedar en manos de los microorganismos. Posiblemente
puedan ayudar, pero nunca serán por sí mismos la solución a ningún problema
de degradación”, resalta Álvarez. Los micoorganismos de los que habla son los
que estudian para comprender qué hace posible que la oruga pueda
alimentarse de un derivado del petróleo, “lo cual lleva inevitablemente a
preguntarse por la microbiota de la oruga”, agrega.
“Hemos aislado algunas bacterias que demuestran ser capaces (también) de
desarrollar su ciclo vital a base de plástico. Pero eso no es su¦ciente para
a¦rmar que sean las (únicas) responsables de las capacidades de la oruga”,
a¦rma, y explica: “la microbiota de la oruga está compuesta también por
microorganismos que no pueden cultivarse en laboratorio, porque no
conocemos qué medio necesitan; pero es muy probable que cumplan un rol
muy importante en el proceso de degradación de plástico que logra la oruga”.
Sin embargo, hay otro camino: identi¦car y ampliar trocitos del genoma de esos
microorganismos con técnicas moleculares; concretamente PCR, la misma que
se usa para el diagnóstico de covid-19.
Para esta etapa del trabajo, el equipo ha conseguido dos apoyos cruciales:
¦nanciero (de una petrolera interesada en solucionar problemas que el petróleo
causa) y técnico/¦nanciero, de cientí¦cos de la Universidad de Puerto Rico,
encabezados por la microbióloga Filipa Godoy. De esa manera, están pudiendo
comparar información del genoma de la microbiota intestinal de la oruga con un
banco de datos internacional.
“Identi¦car qué grupos de microorganismos actúan nos permite avanzar en los
experimentos con la oruga. Hay muy pocos datos al respecto”, señala Malizia.
“Y somos el único grupo que trabaja en ello. Hay otro en China, pero sólo
analizan bacterias alimentadas con polietileno”, agrega Monmany.
Prender y apagar
“Conociendo los integrantes del sistema -retoma Álvarez- podemos
manipularlos, y averiguar si su ausencia o su presencia favorecen o no la
degradación”. “Tenemos tres grupos de orugas -agrega Monmany-; unas las
alimentamos con plástico, otras con telgopor y otras con cera”. “Vamos viendo
si se ‘prenden’ o se ‘apagan’ determinados grupos de microorganismos, según
la dieta - agrega Álvarez-. Y los comparamos con lo que sucede con los que sí
podemos cultivar en el laboratorio”. “Estamos, como equipo, muy contentos con
los avances -destaca Malizia-, pero voy a insistir: la mejor solución para la
contaminación por plástico no es buscar eliminarlo, sino no producirlo. Y en ese
sentido, todos somos responsables”. En ese todos se incluyen desde los
ciudadanos, como consumidores, al Estado, con el control de basurales,
pasando por los sistemas productivos.
Lo socioecológico
El manejo de los RSU, en este problema, es clave, y el equipo lleva tiempo -
cuentan ente las tres- trabajando con comunidades y con reparticiones
o¦ciales. “Hay un factor importante: qué entendemos por residuos. Es
de¦nitorio, por ejemplo, en el marco de la epidemia de dengue. Proponíamos
descacharrar y mucha gente ni lo concibe; para ellos no es basura, ¡es
‘mercadería’! Cuando lo escuchamos sentimos como una bofetada...”, cuenta
Monmany.
“En la provincia la Secretaría de Medio Ambientes regula y controla los lugares
donde se instalan los basureros o¦ciales (no pueden estar cerca de lugares
poblados, de ríos ni de zonas inundables) -resalta Malizia-; pero
lamentablemente también hay microbasurales ilegales muy difíciles de
erradicar”.
Esa es la realidad; ojalá la microbiota de la oruga pueda ayudar. “Pero la gran
solución es el cambio de hábitos de consumo y, por sobre todo, de producción:
eliminar los plásticos de un solo uso, lo no-retornable. Y que el eslabón
productivo de la cadena asuma su responsabilidad para lograr una economía
circular”, señala Monmany. Y en la pantalla sus dos colegas asienten
Entrevista Diario La Gaceta, Tucumán, 19 de mayo 2020.
https://www.lagaceta.com.ar/nota/844607/actualidad/oruga-comeplasticos-tucumana-va-revelando-sus-secretos.html?